12 de agosto de 2012

La Filosofía y la Condición Humana en la Música VI


Si hay que hablar de lo que afecta a todo ser humano en la música, de cosas que son inherentes a la condición humana (al menos a mi concepto de condición humana) tenemos que hablar de la angustia: la verdadera angustia, entendida ella como ese sentimiento de zozobra que llega al momento de oscurecerse la visión o el panorama en el cual se despliega nuestra vida al sentir nuestra mortalidad o una desesperanza de tener un futuro positivo. 

Esta angustia, en la música fue plasmada con maestría por los maestros de la tanguística Argentina. 

Argentina era una patria con mucha confianza en sí misma, se decía que era "El Granero del Mundo", el trigo salía en abundancia, se cosechaba y se metía en los barcos hacia Gran Bretaña y los Estados Unidos, quienes de regreso les traían barcos sobrecargados de oro y riqueza, con dichos elementos Buenos Aires alzó su opulencia (una que aún puede verse) y se erigía como la "París del Río de la Plata". 

Pero tanto optimismo, inversamente proporcional a la previsión y desidia que no se tuvieron para hacerse de una industria, vino a estallarle en la cara a Argentina en La Gran Depresión de 1929, pues las manufacturas hechas con industria siempre valen mas que una materia prima como era la monoproducción triguera del país, llegando a valer menos del ochenta por ciento de lo que valía antes, por ende, el estallido de Wall Street de ese año llevó a miles de ciudadanos a la quiebra, a la vagancia, el suicido y la mendicidad. 

Entre esta situación de angustia colectiva y de tiempos oscuros, el tango surgió en la década de 1930, "la Década Infame", como le dicen. Con sus letras espesas, ritmos bailables y una constante sensación de pesar, este género tuvo su apogeo en dichos años, con poetas populares como Enrique Santos Discépolo, que expresaban el ideario popular, las esperanzas nulas y la depresión existente. 

Una de las mas grandes frases de "Discepolín" es: "El tango es un pensamiento triste que se baila". Brillante. El contexto antes descrito y palabras como esas te hacen entender cómo es que compuso la canción que ahora les comparto "Yira Yira", en versión cantada por Carlos Gardel que es la que mas me gusta. 


Cuando la suerte qu' es grela,
fayando y fayando
te largue parao;
cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao;
cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol;
cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar...
la indiferencia del mundo
-que es sordo y es mudo-
recién sentirás.

Verás que todo el mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa...
¡Yira!... ¡Yira!...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.

Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao...
Cuando te dejen tirao
después de cinchar
lo mismo que a mí.
Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa
que vas a dejar...
Te acordarás de este otario
que un día, cansado,
¡se puso a ladrar!

Es una letra dicha en un idioma muy lunfardesco, propio del país y los tiempos; sin embargo, es inmortal, porque a pesar de que fue escrito en la década de los treinta, ese sentimiento que la letra invoca no ha desaparecido en toda la historia de la humanidad cualquiera que sea la cultura y los tiempos en que se siente, en este caso: el abandono, el sentirse pequeños ante la complejidad del mundo, la indiferencia del devenir de la vida aunque mueras y la falta de solidaridad del mundo y por ende, de los demás seres humanos. 

¿Apoco el mundo va a detenerse para ayudarte? ¿Apoco hay un dios que te va a mandar ayuda, personas que te resuelvan tus problemas? No. Como dice la canción: al mundo nada le importa, gira y gira. Nadie te va a abrazar y a consolar. 

Esta letra, aun retratando la desesperanza y la tristeza, a final de cuentas, en mi particular punto de vista creo que el mensaje es positivo: te pone las cartas de la situación en la mesa para cuando llegue el tiempo en que estés en dichas situaciones. Es dura, sí. Pero refleja esa condición humana que desde 1930 no se ha perdido ni se perderá (y menos en esta era del capitalismo exacerbado)

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