21 de abril de 2012

Zacatecas (hace unos días)

Estoy en Zacatecas, México sentado en la terraza del hotel en el que estoy solo, fumando, teniendo pueril miedo a una diarrea histórica que pudiera tener después de comer lo que comí, pero fuera de esa nimiedad me encuentro de buen talante, sonriente y con las antenas al porvenir que indican que tendré excelentes días.

Zacatecas es una ciudad hermosa, que me gusta mucho y a la que siempre he regresado. Es la cuarta vez que estoy aquí. La penúltima vez tuve una compañía que me llenaba de lujuria y de amor (no se que cosa primero), la última y ésta con muy buenos amigos.

Tanto amo a esta ciudad que cuando me avisan de una pequeña omisión realizada por aquella regia con la que siempre cuento y que trajo grandes consecuencias para una chilanga, no reaccioné con el enojo que suele acompañar a ese tipo de detalles, sino con buena onda, con un "ni modo" y a seguir tomando con los camaradas, a seguir comiendo y a seguir hablando de esta ciudad, del mal karma de mi ciudad de origen, de los mayas, de Euskal Harria, las instituciones públicas, el marxismo, la alienación y la alineación.

Hay un festival cultural que pude aprovechar al máximo de no ser por que soy un bufón del capital aún. Mi maldito trabajo de oficina, en el que tengo una relación odio-amor, pues de no ser porque tengo que presentarme a trabajar el lunes, estaría mas días, y tendría oportunidad de ver a Café Tacuba (y gratis); pero, por otro lado, de no tenerlo, ni siquiera tendría dinero para venir acá en primer lugar, así que hay que dejar de lado ese debate interno ocioso que solo deja argumentos circulares que no se arreglarán

La chilanga pudo venir y lo pasamos bomba: la ciudad está llena de gente, de plata y rosa, de bares, de galerías, de centros de artes, de iglesias con arquitectura impresionante (uno no deja de pensar en que el esfuerzo usado en construirlas pudo haber sido empleado en mejores cosas),con un clima frío, rico, un oriundo de esta tierra me dijo alguna vez, en anterior visita: "en Zacatecas nomás hay dos estaciones: la del tren y la invernal". Toda la ciudad está diseñada para ser visitada, para ser turisteada y aún con la peor sequía en setenta y cinco años, el estado se las ingenia para dos cosas, una buena y una mala: seguir atrayendo turismo y seguir haciendo cerveza en una fábrica a cuarenta minutos del centro de la ciudad...

Un tour por la mina El Edén confirma los horrores de la razón instrumental del capitalismo español hacia los pueblos originarios (incluso estar de turista en la mina es una derrota que acabo de tener frente al sistema): condiciones infrahumanas de trabajo, esperanza de vida recortada, turnos de 18 horas diarias y un largo etcétera, todo para un puñado de maiz y de azúcar...

Lejos de esos desaguisados (que a mi en lo particular me malviajan y afectan) seguimos conociendo gente, a Marcela, la hiperactiva y nerviosa cantautora que vive por allá y a Fátima, periodista comprometida con su entorno, que nos contaron un sinfín de leyendas, de mitos y expresiones del zacatecano...

Conciertos de Rafael Mendoza, de mi amigo el Jaime, de las Cabezas de Cera (con todo y disco autografiado) redondearon una visita feliz a esta ciudad, con la revancha de volver algún día...