21 de marzo de 2011

21 de Marzo.- El Sol de Monterrey no es un periódico, es un poema de Alfonso Reyes

Sé que este poema no es mío, pero sé que ya es 21 de marzo y en Monterrey veremos demasiado el sol por estos días, así que pondré el poema del Regio Universal, Don Alfonso Reyes, que decía mi madre que yo de niño lo declamaba después de ella enseñármelo.

SOL DE MONTERREY

No cabe duda: de niño,
a mí me seguía el sol.

Andaba detrás de mí
como perrito faldero;
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.

Saltaba de patio en patio,
se revolcaba en mi alcoba.
Aun creo que algunas veces
lo espantaban con la escoba.
Y a la mañana siguiente,
ya estaba otra vez conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.

(El fuego de mayo
me armó caballero:
yo era el niño andante,
y el sol, mi escudero.)

Todo el cielo era de añil;
Toda la casa, de oro.
¡Cuánto sol se me metía
por los ojos!
Mar adentro de la frente,
a donde quiera que voy,
aunque haya nubes cerradas,
¡oh cuánto me pesa el sol!
¡Oh cuánto me duele, adentro,
esa cisterna de sol
que viaja conmigo!

Yo no conocí en mi infancia
sombra, sino resolana.-
Cada ventana era sol,
cada cuarto era ventanas.

Los corredores tendían
arcos de luz por la casa.
En los árboles ardían
las ascuas de las naranjas,
y la huerta en lumbre viva
se doraba.
Los pavos reales eran
parientes del sol. La garza
empezaba a llamear
a cada paso que daba.

Y a mí el sol me desvestía,
para pegarse conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo:
ese sol con sueño
que sigue a los niños.

Cuando salí de mi casa
con mi bastón y mi hato,
le dije a mi corazón:
-¡Ya llevas sol para rato!-
Es tesoro – y no se acaba:
no se acaba – y lo gasto.
Traigo tanto sol adentro
Que ya tanto sol me cansa.-
Yo no conocí en mi infancia
Sombra, sino resolana.

16 de marzo de 2011

16 de Marzo.- Lo que me provoca gritar: "Piedad Ciudad"



Leer o enterarme de alguna cosa de La Barranca por cualquier medio es siempre una buena noticia, y más cuando sabes que tienen nuevo disco. Es un regocijo sutil, y uno sabe que será algo de calidad, por que desde que tengo conocimiento no he encontrado una banda mexicana que tenga la calidad suficiente como para estar entre las mejores del mundo, como la liderada por el excelso guitarrista José Manuel Aguilera; y que, en una declaración temeraria y polémica (y sin alcohol de por medio), me atrevería a decir que es la mejor banda mexicana de todos los tiempos.

La historia de la agrupación se remonta desde hace quince años, cuando Federico Fong; bajista, y Alfonso André, baterista; se unieron en una banda llamada “La Sociedad de las Sirvientas Puercas”, un proyecto efímero, teatral y desmadroso, donde había coreografías, televisores, Saúl Hernández y demás amigos de la banda sentados en una mesa, jugando poker vestidos de mujer. Dicha banda solo tuvo tres presentaciones; pero gracias a ellas, Hernández los invitó a una gira de Caifanes y en el tour surgió la inquietud de tener una banda propia y empiezan a grabar sus propias canciones.

Tras una serie de desencuentros, en ires y venires, entradas y salidas de integrantes, donde la figura de Aguilera ha sido la única constante; la banda regresa con la alineación y el estilo primigenios, la vuelta a las bases. El disco, llamado “Piedad Ciudad” está plagado de riffs polifacéticos desde lo profundo de las Fender stratocaster y telecaster de Aguilera: parapsicodélicos aquí, erótico-erráticos por allá, blueseros, alucinantes, progresivos; en fin, el agasajo consuetudinario que nos deja esta banda.

Desde la portada del disco, obra del dadaísta Pedro Freidenberg, en esta obra se habla en diferentes formas sobre ese grito de clemencia que hacemos en ocasiones todos los habitantes de estas orbes mexicanas cuando nos vemos sumergidos en la dinámica fulgurante que depreda nuestra vida. Hay un viejo adagio que dice que las ciudades mexicanas no se habitan, se sufren. Llenas de surrealismo y salvajismo, en las ciudades de este país es escena común ver un ciego en una esquina pidiendo monedas tocando el saxofón, y al lado de él, un travesti hablando por celular mientras le engrasa las botas un bolero con vitíligo.

Esos sentimientos terminan por dar inspiración a una docena de temas inéditos, de una calidad alta. La inicial “En el fondo de tus sueños” es la síntesis de lo escrito en el párrafo anterior; a pesar de que en la ciudad no hay mar, a veces sabe a sal el pensamiento. “La Lengua del Alma” es una canción de amor con alusiones indirectas a Led Zeppelin: la forma en que la guitarra entra con un riff setentero en medio del compás de la batería y el bass line demuestra lo fundamental que es la métrica en las composiciones de la banda; a mitad de la canción las cuerdas hacen sonidos maravillosos con lo que uno no puede evitar recordar “Kashmir” y quedarse convencido de que es intencional la comparación que se hace.

La situación actual por la que atraviesa este país no pasa desapercibida por la sensibilidad de Aguilera, los tracks “Viento Rojo” y “Posiblemente Imposible” dan muestra de ello; la primera narrando esa ola de sangre viene cubriendo al país, como si un dios enloquecido gritara sacrificios en su honor; y la segunda con enunciados muy ciertos dentro de su letra: “Eso que llamas realidad, alguna vez también fue solo un sueño”, y las condiciones básicas para una revolución: “una chispa prenderá la pradera, arderá con un fuego inaplazable, pero la chispa tiene que ser impecable, y la pradera estar dispuesta” (Túnez, Egipto y Libia dijeron presente a eso).

La cuarta en el orden, “Indestructible” apuesta por un inicio intenso que te llena de imágenes la cabeza, y con un coro improbable en cualquier otra banda: “en las cuerdas de la Stratocaster, reverbera todo el universo…”. “Sombras Chinas” cuenta con la única secuencia programada en el álbum y la guitarra es ausente, lo que le da una tenue referencia al progresivo; “Flecha” con su oda/grito agónico del amor a distancia.

Mención aparte merece “Más Allá de la Ley”, sin duda la mejor del disco: el bajo es digno de los mejores ejecutantes, la batería no le teme a tomar el liderazgo, y la guitarra blusea riquísimo, sirviendo de “cama” a las palabras, como cuando arrojas una piedra con superficie plana al agua y hace brinquitos. Así es como debería sonar el insomnio. Magnifica sin duda.
La referencia al Distrito Federal en “Ala de Cuervo” termina por confirmarme que mi gusto por estar en esa ciudad se debe principalmente a las rolas de la Barranca: esa búsqueda del acontecimiento incierto que, en medio de la vorágine y la multitud, me llegue a inspirar como inspira a Aguilera.

Siento que éste es un discazo, todo está de diez puntos, si me es permitida usar esa expresión poco mexicana, la diferencia con los anteriores trabajos es que estos güeyes se han hecho mas intuitivos: tienen en claro cuando hay que realizar las voces con acompañamientos y cuando la voz principal sola. Esos coros y acompañamientos ultragraves, variables en modo, registro y vida son obra de Fong, que Aguilera mordazmente lo llama el “didgeridoo humano”.
Bueno, ya fue mucho rollo, solo me queda despedirme manifestando que siento que la Barranca y sus zanjas empiezan a verse con mas profundidad en esta escena mexicana, donde lo prefabricado y el choteado úsese-y-deséchese es la moneda de cambio, y que esta banda no le pide nada a nadie.

A pesar de que este trabajo es uno de los mejores, no diré que maduro (por que desde el primer disco han mostrado un nivel de tecnicismo y autenticidad mayores a cualquier otra banda de este país), sino que diré que es la vuelta a las bases, a la primigenia, mientras se actualizan y avanzan, sin ni siquiera llegar a ser el mejor disco de ellos. Simplemente escúchalo.

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