14 de octubre de 2009

14 de Octubre.- Si... es mucho pedir

"No podemos esconder la verdad", dicen los expertos de la telebasura que llenan los noticieros con sangre y morbo.

Tienen razón… la verdad no se puede esconder.

Pero acabo de contemplar absorto un reportaje de 45 minutos por televisión española, sobre el caso de la pequeñita Mariluz… una chiquita de cinco años, secuestrada, violada y asesinada en la ciudad de Huelva.

La nota, el tema en sí… hacen que se desgarre el alma, que se enchine la piel y que tenga uno ganas de correr, ganas de poner musica que anime, ganas de huir del pensamiento.

Pero el tratamiento… ¡ah, el tratamiento!

Los reporteros, el equipo de producción han armado una historia que no se va al llanto fácil, al griterío de los dolientes… al lamento desgarrador.

Nunca vemos el féretro… nunca a la madre, a la abuela que se aferran al pequeño ataúd…

Vemos en cambio, a una comunidad violentada y dolida… vemos la entraña de un padre que dice… “He llorado lo que nunca he llorado en mi vida, y esto que he pasado, no se lo deseo ni siquiera al secuestrador de mi hija”.

Uno se conmueve… piensa en todas las niñas cercanas: vecinas, primas, hermanas, en todas las miradas dulces que corren el mismo riesgo.

Uno piensa en el descuido fugaz de la madre que le permite ir a comprar un dulce a la tienda ubicada a tres casas de la suya…

Entendemos el dolor, pero además, aprendemos… escuchamos y tomamos decisiones en base a las terribles experiencias ajenas.

Las entrevistas a los jefes policíacos son excelentes, el seguimiento del caso hasta la conclusión, con los sospechosos detenidos y la postrer entrevista del padre, quien agradece a los medios que le hayan permitido llorar a su hija en privado.

“Porque el dolor es algo tan privado, que nadie más podría entenderlo”, dice.

Y, de la misma manera que los telebauros, el tiene razón…

Pero acá en nuestro querido Monterrey, y en aras de un rating barato y con el pretexto de que la verdad no puede esconderse, tenemos la intromisión de cámaras y micrófonos en el muy privado coto de dolor ciudadano.

Es cierto, la verdad no puede esconderse, aunque sea desgarradora… aunque sea dolorosa… aunque nos lastime.

Pero hay gente que puede hacerlo con profesionalismo y con total respeto del auditorio, pero sobre todo, del ciudadano y de la ciudadana que sufren.

¿Es mucho pedir?

Acá en Monterrey sí… es mucho pedir

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