21 de diciembre de 2013

"The Raven That Refused To Sing (And Other Stories)" de Steven Wilson. Mejor disco de 2013



Ya no fui el mismo desde el día en que Steven Wilson entró a mi vida: tenía yo 20 años y estaba buscando la forma de decirle adiós a toda forma de mediocridad hasta en mis gustos musicales y me topé con Porcupine Tree. Ya conocía yo al King Crimson, a Yes y a los demás clásicos, pero uno a veces quiere dejar las vacas sagradas para las visitas especiales y con ello evitar el desgaste. En ese entonces, yo creía que eran lo máximo y cada álbum que sacaban me gustaba más que el anterior.


Entonces Steven Wilson lanzó “Insurgentes” (el título del disco denota la intención para con su vida y su música, era, a final de cuentas, su revolución), yo a este evento le llamo “el principio de la polarización del rock progresivo moderno”, en este momento Wilson dejó de ser el líder de una banda que hacía buena música, a una figura que dio origen a una confrontación entre los fans del género; unos que lo endiosan y afirman que le dio nueva vida a un género que estaba anquilosado y detenido desde hacía décadas en las mismas estructuras, y otros que dicen que es solo un homenajeador glorificado y que ha hecho de su amistad con los viejos dioses del Prog sólo por mercadotecnia. A partir de ese momento la figura de Wilson es para mí la de un ícono, un osado que acertó al irse en solitario y crear mejor música que la de su banda original. Ya realizada su insurgencia, lanzó el magistral “Grace For Drowning”, el mejor de su carrera para mí debido a la honestidad con la que se hizo y a que abrió sus sentimientos ante sucesos que le estaban pasando, como la muerte de su padre, por ejemplo.

Este año, lanzó “The Raven That Refused To Sing (And Other Stories)”, que alimenta el lugar común de relacionar a los cuervos con E.A. Poe, es un disco que amalgama 6 historias de fantasmas o de terror mientras que rinde tributo al rock progresivo de la época de los setenta. Para conseguir dicho fin, se hizo acompañar de una banda poderosa, compuesta por pesos pesados en todas sus líneas: Guthrie Govan en la guitarra; el carismático Nick Beggs en el bajo y las armonías vocales; Marco Minnemann en la batería, Adam Holzman en los teclados y pianos y Theo Travis el maestro de los instrumentos de viento que ha grabado con el mismísimo Robert Fripp.

En este álbum, Wilson mezcla el pasado con el presente de una manera sofisticada: cada energía y métrica están bien cuidadas como en antaño, pero con un sonido poderoso que hoy en día se logra gracias a la tecnología. Y dicha combinación entre pasado y presente en el sonido del rock progresivo no puede llevarse a cabo sin un talento que trascienda y venza esa dicotomía, para ello, Wilson incorporó a Alan Parsons al proyecto como ingeniero de sonido y productor. Talento, amor por el género e inteligencia hay de sobra en el disco. 

El disco empieza con “Luminol”, la energía es casi desbordante, con un bajo pulsante que mueve tu cuerpo y una guitarra con el “wah wah” chapotea y juguetea por ahí, la flauta viene a darle un toque de finura a la pieza, como los últimos toques en el óleo de un paisaje hermoso y el piano eléctrico viene a corroborar lo dicho en el anterior párrafo, sientes que estás en una pieza setentera. A los cuatro minutos se minimaliza y Wilson empieza a cantar. La letra trata sobre una persona que andaba trovando por las calles, nada lo detiene, ni el sol ni la lluvia ni la nieve, hasta que un día muere e incluso después de muerto sigue con su rutina, convirtiéndose en un fantasma, pero ¿acaso no lo fue en vida? ¿Es posible ser un fantasma en vida?

Aquí el tema desde el Teatro Metropolitan en la Ciudad de México, yo estuve ahí, y contribuí a los aplausos en armonía con el tema que se escuchan a los dos minutos. 

 


El segundo tema es “Drive Home”, nostálgico tema cuya palabra que mas la define es “equilibrio”: empieza suave y tranquila, simple incluso, pero Govan nos hace que la terminemos llorando justo como él hace llorar a su guitarra. Si alguien me dijera o leyera la frase “un melotrón que suena a violín” pensaría que está haciendo poesía, esa imagen retumba bonito en mi cabeza, pero es realidad en este tema. La canción habla sobre la muerte: una pareja viaja en coche, están enamorados, al minuto siguiente, en un accidente, ella muere y él queda vivo pero paralítico, el fantasma de su amada está recordándole constantemente de ese evento, él no puede aceptar esa realidad y trata de bloquearla. 


El tercero en la lista es “Holy Drinker” que empieza con un piano misterioso, al que se une la guitarra y la batería como en espasmos de furia, en caos, que se rompen en una rápida sucesión de acordes. El acompañamiento entre flauta y órgano me recuerda a la banda holandesa Focus que también es, oh sorpresa, de los setenta. Sigue un interludio misterioso y terminan con el sello de la casa: una coda que retoma el ritmo inicial. Esta canción trata sobre un hombre muy religioso, muy creyente pero que bebe demasiado y el diablo se le aparece para condenarlo gracias a su vicio. 


El tema mas corto del disco, cronometrando cinco minutos, es “The Pin Drop” es el tema menos progresivo y que se parece mucho a Porcupine Tree. Incluso a veces a Oceansize, una banda muy buena que ya no existe más. Las armonías vocales y el estribillo son geniales. Esta canción trata de retratar el hecho de que en una relación pueden haber muchas tensiones, enojos que se reprimen hasta el punto en que un episodio banal, como el caer de una aguja puede desatar un episodio de violencia de género. Cantada desde el punto de vista de la esposa, nos revela en un principio que está muerta y su cuerpo está flotando en el río abajo ya que su marido la arrojó a éste después de matarla, en el trayecto rememora la vida que tuvo con él y que no pudo ser “de la forma en que el quería que yo fuera”. Desgarrador



El quinto tema, "The Watchmaker" para mí es el más débil del disco musicalmente, pero poética y líricamente es el más claro, está hecho en una atmósfera idónea para contar una historia de fantasmas: mansa, límpida y reposada, con sinestesia hasta pudieras ver la neblina y la noche. Cuenta la historia del relojero, metido en su oficio toda la vida sin expresar ninguna clase de emoción; estuvo casado con Eliza durante 50 años, ella muere y su sombra sigue estando con él, a pesar de que él le confiesa que nunca la amó pero que aun así la extraña, esa clase de costumbre no la quitas ni después de la muerte


Al último tenemos la canción mas triste del disco, la que le da nombre al disco, debo confesar que lloré cuando la escuché por vez primera: es melancólica, el piano y el sintetizador recrean una atmósfera como en el video de abajo: solitaria y con mucho frío, que te envuelve. Es desgarrador y esperanzador a la vez, llena de lamentos y súplicas que se enchina la piel. Nuestro protagonista hace que te empatices con él, es un viejo que ya no le queda mas por vivir y está esperando su muerte. Recuerda un tiempo de su niñez, que quiso mucho a su hermana, pero ella murió siendo muy joven. Al ver un cuervo en su jardín, él cree ver la manifestación del espíritu de su hermana y que el canto de ese cuervo le devolvería una vida antes ida. Es hermosa.   



Este disco es una obra de arte, no tanto como “Grace For Drowning”, pero definitivamente mejor que muchas otras propuestas en este género o en otro. Es un disco preciso, con la belleza de la tristeza que siempre Wilson trata de plasmar. Es infinitamente recomendable 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para mí, no solo es el mejor disco del año, si no el mejor disco desde hace muuuchos años !! Steven Wilson es, sin lugar a dudas, uno de los genios musicales de este nuevo siglo.