No es un secreto que La Barranca
sea para mí la mejor banda mexicana de rock de todas las que han existido en
este país. Es algo que siempre he dicho. Sus guitarras resuenan de variopintas
maneras: a veces son crimsonianas, a veces a lo Radiohead o a lo Hendrix, y
puedo decir con toda seguridad que han respetado al rock como debe, y sus
letras, aún después de 20 años de trayectoria, siguen hablando de los
conflictos inherentes a ese ente extraño y contradictorio que es el mexicano: un
ser definido por todos, pero resuelto por nadie.
Este disco, octavo en la carrera
de la banda, surge después de un hiato decretado por José Manuel Aguilera
(líder y dueño absoluto de la misma) para presentarse con su proyecto en
solitario denominado Mitocondrias, en el que presentaba canciones clásicas de
la Barranca y experimentó con nuevos sonidos, como las cuerdas y las marimbas. Desde
el primer segundo del disco te das cuenta de la presencia de estos elementos,
volviéndose gratas sorpresas en el devenir del mismo.
El tema que se trata en el disco
se refiere a la oscuridad que a veces se apodera de esa cosa tan selectiva y
enigmática como es la memoria humana, que hace que olvidemos cosas o que las
recuperemos con más brillantez después de cierto periodo de tiempo, con su
consecuente sentimiento de dolor o placer, así como la ilusión de que en
realidad eso es controlado por cada uno de nosotros. Dicho espejismo es
retratado el “El Alma Nunca Deja de
Sentir”, primer tema del disco que marca la pauta en cuanto a la sorpresa
de sonidos que nos esperaremos en este material.
“Ante La Ley” es el sencillo de este disco, que se presenta con
trompetas y trombones a la palestra, dándonos una letra de un alto contenido
político, además de filosófica para algo tan inherente al mexicano como el
hecho de que un policía lo detenga en la calle: “¿Es el bien o es el mal el que trae al oficial que te ofrece un arreglo
seguro?” Simplemente magistral.
“Garzas” cuenta con una guitarra acústica muy de Fairport
Convention, con un ritmo cadencioso, pero que oculta unas guitarras con slider
propias de una canción melancólica de post rock, y como bonus, la Ceci
Toussaint está haciendo la segunda voz.
“Flores de Invierno” es para mí la mejor del disco: la agonía desde el
que ve a un ser querido ser devoradas sus memorias por el Alzheimer o por
cualquier otra enfermedad que afecte la memoria, como el estado de coma o la
amnesia. Es sublime el feeling que le imprime. La primera vez que la escuché no
pude evitar notar que la voz de José Manuel ha mejorado demasiado, y que son
las mejores vocales que ha grabado en toda su carrera. No desafina en una
canción muy exigente para la garganta.
“En Cada Movimiento” y “La
Tercera Joya del Sol” demuestren ese jugueteo con las consolas y los
sonidos a los que José Manuel experimentó en Mitocondrias; la primera es una
canción muy erótica, como de “Princesa Bacana” de Jorge Drexler pero en versión
oscura, y la segunda es una canción que le hace de continuación. La voces
siguen siendo impresionantes para mí.
“Campos de Batalla” parte madres, sacude las ideas: no hay nada más
contundente como el hecho de que te digan que la normalidad va a regresar y con
ella se van a dormir tus sueños. “Sepan
que olvidar también es tener memoria” dice el Martín Fierro al final del
famoso poema argentino que lleva su nombre. José Manuel y la Barranca sacan la
espada y tratan de rebatir es afirmación. El águila debe volar sola.
No puede faltar en el tema de la
memoria, la sensación perpetua del ser humano para que los días no se lleguen y
querer detener el tiempo, en la pieza “Siempre Joven” se refleja ese deseo, y
menciono esta canción por que una persona que yo amo demasiado me dijo que
quería que esta canción fuera la de sus días ante la adversidad por la que
estaba pasando.
Finaliza el disco con la
memorable y rulfiana “El Tiempo es Olvido”
que en el título viene a resumir la fiera venganza del tiempo que hace ver
desecho lo que uno edificó. El causante de la desgracia de Ozymandias. “Bajo el ojo impasible del sol el tiempo es
olvido” nos dice, y después nos sentencia el inminente regreso del PRI al
poder: “Y el pasado regresa vestido de
porvenir”. Hasta el sol se desintegra, José Manuel.
En resumen, este es un discazo,
digno de ir y volver a el, como casi todo lo hecho por la Barranca.
He
escuchado que se le define a La Barranca como “el secreto mejor guardado de
México” y ante discos como éste, de mí, de nosotros depende que la banda sea
más reconocida de lo que ya es. Es
nuestro deber ante las cancionsotas aquí depositadas.
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