El fenómeno natural que el Centro Nacional de Huracanes bautizó como Alex no fue una tormenta que los nuevoleoneses vimos en las pantallas de televisión mientras permanecíamos recostados en cama, cobijados por la autorización oficial de no asistir a clases o de no asistir al trabajo, viendo en los noticiarios a reporteros empapados con impermeables amarillos.
Tampoco fue un golpeteo de gotas en el capacete de los vehículos, resguardados de las calles encharcadas y las nubes negras allá afuera, en la distancia, al otro lado de la frontera de cristal, la lámina y el motor humeante llevándonos a nuestros destinos, seguros y si acaso con la ropa húmeda.
No, el paso de Alex por las calles de la zona metropolitana de Monterrey y por todos los municipios de Nuevo León se convirtió en una pesadilla que fue creciendo en dimensiones y daños durante el día. Y lo vivieron todos en carne propia: vecinos que se refugiaron en sus techos en Rincón de la Primavera y Villa de las Fuentes, mientras veían sus casas sumergidas en el agua; otros que vieron a sus domicilios arrastrados por la corriente del río La Silla en El Realito; también sampetrinos de las zonas residenciales azotados por los escurrimientos de la sierra. Todos.
Y es que durante la jornada de ayer Alex no hizo distinciones y brincó de las pantallas de los televisores a la vida real de miles de nuevoleoneses.
El agua cubriendo en su totalidad los vados de Santa Bárbara y Corregidora, decenas de vialidades bloqueadas, las carreteras que salen de la ciudad inutilizables y hasta la Virgen de Guadalupe que enmarcó la visita de Juan Pablo II en 1990 había sido víctima de las aguas.
En las zonas más críticas, como La Estanzuela, se llegaron a registrar 700 mm, la cantidad de agua que cae en todo un año en el estado.
Basta hacer la comparación: hace 22 años, el 17 de septiembre de 1988, el Gilberto dejó una estela de destrucción y muerte en Nuevo León con 300 milímetros de lluvia en unas cuantas horas, principalmente sobre el sur y centro del estado. El referente obligado para las lluvias en la entidad quedó sepultado con lo sucedido desde las cuatro de la tarde del miércoles 30 de junio hasta la noche de ayer.
Y si todos lo esperaban, nadie imaginaba lo que estaba por venir.
Todavía no llegaba el mediodía del jueves cuando el río Santa Catarina ya lucía a su máxima capacidad.
Sin embargo, había una diferencia abismal con el meteoro de hace 22 años: cuando Gilberto golpeó en Monterrey su fuerza se sintió en unas cuantas horas, una noche larga que regaló a los nuevoleoneses una mañana lluviosa para dejar después una tarde apenas nublada y nada más.
En esta ocasión el comportamiento del huracán fue muy distinto, y a pesar de que había dejado sentir su efecto desde la noche del miércoles, habían pasado 30 horas y la lluvia no aminoraba: en momentos tendía a agravarse.
Democrática, la lluvia cayó no sólo en la zona metropolitana, sino en todo el estado y especialmente las zonas montañosas que alimentan los cañones de la zona de La Huasteca, y con ello, dan vida al río Santa Catarina.
Eso provocó que durante la mañana de ayer se presentaran inundaciones en diversos sitios, que hubiera cierres de avenidas como Morones Prieto en distintos puntos, el puente Zaragoza, la carretera y autopista a Saltillo, y la carretera Nacional.
En pocas palabras, que el río Santa Catarina repitiera las imágenes que hace 22 años construyeron todos los referentes en cuanto a las lluvias en Nuevo León.
Se revivió el trauma y después se dejó atrás para formar otro.
Y en el camino también se habían borrado del mapa el mercado del Puente del Papa, las canchas de futbol y el campo de golf de la empresa Siglo XXI sobre el cauce del río, sin contar las estructuras de la Feria de San Pedro que apenas había dado inicio días atrás.
Hasta hubo tiempo de momentos anecdóticos, como los cinco automóviles que se llevó la corriente desde la plancha de concreto que el municipio de Monterrey utiliza como estacionamiento junto al Puente Zaragoza, ahí donde se instalan circos de toda clase.
Alguien se olvidó de moverlos y para cuando acordaron, los coches sencillamente ya no estaban ahí.
Desde los diferentes puentes, cientos de regiomontanos convirtieron aquellas horas alrededor del mediodía en espectáculos turísticos, tomándose fotografías con el caudal del río de fondo y con los automóviles detenidos sobre la carpeta asfáltica de los puentes, guardando un recuerdo de la llegada del huracán más fuerte de las últimas décadas.
Poco antes de las 14:00, la fuerza del caudal del Santa Catarina derribó una sección de Morones Prieto a la altura de la estación 5 de Bomberos… Y no tenía para cuando dejar de llover.
Conforme los minutos avanzaban, la gente empezaba a entender que aquello no era un espectáculo turístico y que los elementos de los diferentes cuerpos de policía tenían razón al retirarlos de los puentes.
Pasadas las 16:00, se cumplieron 24 horas de lluvia ininterrumpida… y la lluvia seguía. Y las historias.
Un grupo de conductores se topa de frente con un embotellamiento sobre Constitución, casi por llegar a su cruce con Gonzalitos.
La jornada va de bajada, piensan muchos. La lluvia no ha amainado pero al día no le queda mucha vida, por lo tanto tampoco al huracán que lleva estacionado en Nuevo León ya muchas horas. Lo peor para el estado debió de haber pasado.
Pero no, estabamos todos equivocados.
El embotellamiento no se debe a un choque por alcance, ni a una carambola de vehículos debido a la lluvia o a un inoportuno automovilista a quien se le haya descompuesto su vehículo a media avenida. Dos carriles de Constitución, donde se convierte en bulevar Antonio L. Rodríguez, de pronto se colapsaron en su sentido de poniente a oriente, y el agua amenazaba con desgajar también el otro lado de la avenida. El Santa Catarina se había formalmente desbordado.
Ése era apenas el inicio de una tarde que vendría a coronar la jornada, que para entonces demostraba que pasaría por mucho de ser una simple colección de imágenes para ser fotografiadas.
Luego vendrían los primeros reportes de familias aisladas en el municipio de Santa Catarina; más adelante, Guadalupe y el barrio del Realito, Monterrey al sur con Villa de las Fuentes. En todos los casos, las imágenes eran las mismas: vehículos cubiertos por el agua hasta el techo, casas con sus primeros pisos totalmente cubiertos por el agua y personas comunicándose desesperadamente por teléfono a las instancias de auxilio porque el agua les llegaba literalmente al cuello.
Todas aquellas zonas, salvo Santa Catarina, tenían un común denominador: el río La Silla. Aquel afluente se convirtió en el segundo de la tarde en desbordarse, dejando al municipio de Guadalupe totalmente aislado de la zona metropolitana.
Para entonces, el puente de San Ángel estaba superado por agua de este río, y el de Prolongación Alfonso Reyes había comprometido su estructura entre las llamaradas de una tubería de gas incendiada.
Sólo faltaba de colapsarse el Puente Solidaridad… y colapsó.
Ahí empezaron las imágenes para abrir noticiario, las de vecinos que atraviesan la corriente del río rebasado afianzados a cuerdas de los cuerpos de Protección Civil; las llamadas desesperadas de habitantes de Rincón de la Primavera que veían sus calles convecinas en la televisión y a sus conocidos clamando por ayuda.
Pero ya no había manera de salir. La gente veía cómo las primeras plantas de sus casas se llenaban de piedras, lodo y agua y no podían más que ir al segundo piso, si es que lo tenía, o en el peor de los casos al techo con sus familias.
No había forma de pedir auxilio para quienes no tenían un teléfono celular porque no había comunicación de línea fija, no podían salir en sus coches porque en muchos casos el agua ya los había arrastrado. Tampoco podían salir a pie porque le costaría la vida. Estaban atrapados y no podían hacer nada.
Al mismo tiempo, alguien hacía una llamada mientras observaba desde lo alto el barrio del Realito, a unos cuantos kilómetros de ahí, sobre el lecho del río La Silla. “Estoy viendo una escena dantesca”, decía, “la corriente se lleva las casas, los tejabanes y las de material”.
A esa hora, familias de las zonas más exclusivas de San Pedro lloraban su patrimonio perdido y vecinos de la colonia Hacienda las Misiones, en Santiago, veían con incredulidad cómo su campo de golf había prácticamente desaparecido. Y la gente que venía del centro se topaba con todas las salidas cerradas: Las que iban a Guadalupe no podían pasar por Constitución y Azteca por un desprendimiento, tampoco por Morones Prieto por la misma situación. En Apodaca todas las rutas que van y vienen del casco estaban inundadas, a Juárez tampoco había forma de acceder, y la gente poco a poco entendía que no tenía control sobre nada.
La gente de Nuevo León se había topado finalmente con un miedo que nada tenía que ver con balaceras ni delincuentes, sino con la naturaleza presente en todo alrededor. Con nada más.
Al final, en el corte de caja, el saldo: tres mil personas en los albergues de los diferentes municipios y un total de siete mil evacuados. El puente Alfonso Reyes, al sur de la ciudad,comenzaba a desplomarse en diferentes puntos de su infraestructura, aunque algunos otros como el Solidaridad, mostraba agrietamientos luego del impacto del agua en sus columnas y los inundamientos en su rampa oriente. El agua afectó gravemente todos los puentes peatonales que cruzaban lo que era el canal de estiaje del Santa Catarina, además del ya de por sí deteriorado Puente del Papa. A esto hay que sumar los puentes que cruzan el río y por donde transita tráfico vehicular, pues en casos como los vados de Santa Bárbara y Corregidora, ambos estuvieron cubiertos por el agua prácticamente todo el día, llevándose muros de contención y carpeta asfáltica, aunque aun no había forma de definir si se había comprometido la estructura de ambos pasos.
Hasta ayer, lo único de lo que había certeza era de que Alex pasó por Nuevo León y que nadie podrá olvidarlo.
Y ahora en Tuiter, Feisbuc y demas medios, leo el choteado, cansado y manoseado discurso de "recordar que ante la naturaleza no somos nada".... y es cuando me pregunto: '¿apoco se nos olvida?' por que a mi jamas.
1 comentario:
Te juro que yo no me impacté hasta que empecé a ver los efectos en mi casa, se que es triste y me vas a odiar por alienado, pero es que fue así. No estaba enterado de la intensidad hasta después de ver las imágenes. Y es que yo pensé que iba a ser algo como lo de Emily y ya ves que no...
A ver si OTRA VEZ vuelven a construir en el Río...
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