Si viviera en estos tiempos de cercanía virtual, la Malinche sería la mexicana con más "amigos" en Facebook. La red social no se inventó para crear hermandades, sino para tener contactos intermitentes. No es necesario ser simpático para multiplicar corresponsales; basta ser interesante de modo comunicativo.
La Malinche dominaba los idiomas clave de la Conquista: náhuatl, maya y español. Enigmática, atractiva, capaz de integrarse mejor al mundo de la representación lingüística que a las patrias que buscaban aniquilarse, tendría imparable éxito en Facebook y Twitter.
El bicentenario de la Independencia debería servir al menos para reparar símbolos maltrechos. La traductora de Cortés ha sido vista como la gran villana del siglo 16, la traidora que permitió que fuéramos derrotados. Su historia real es otra. Ya está en Wikipedia, pero no en nuestras convicciones.
Malintzin, como posiblemente se llamaba, nació en la zona chontal, cerca de Coatzacoalcos. Su padre murió cuando ella era niña. Cuando su madre su unió a otro hombre, ella fue entregada a traficantes de esclavos mayas. Así aprendió su segunda lengua. Cortés la recibió como regalo en 1519, con otras 19 esclavas.
La Malinche había crecido bajo la despiadada ley azteca. Sus enemigos directos estaban en Tenochtitlan, que sometían a los chontales a punta de pedernal. Repudiada por su padrastro, fue condenada a la esclavitud y luego entregada a los invasores. ¿Puede alguien víctima de tantos agravios traicionar a un país que ni siquiera existía entonces?
Cortés admiró su don de lenguas. Malintzin traducía del náhuatl al maya; el sacerdote Gerónimo de Aguilar, que había estado cautivo en Yucatán, cerraba el círculo, traduciendo del maya al español. Esta intermediación se volvió innecesaria cuando la intérprete aprendió español.
La frase "traduttore traditore" alude a la posibilidad de tergiversar las lenguas. En cierta forma, todo idioma ajeno es "enemigo" (con osadía, Cervantes transgrede las convenciones al presentar el "Quijote" como una traducción del árabe, lengua de los odiados adversarios). La Malinche enfrentó el inquietante asombro de los traductores: comprender que lo ajeno, e incluso lo enemigo, puede tener sentido.
Emblema del entendimiento, fue vista como la traidora que la historia requería para alimentar un nacionalismo reductor.
Después de 10 años de investigación, Luis Barjau publicó "La conquista de la Malinche". Su libro disipa los prejuicios que han lastrado al tema. Barjau se niega a aceptar "la traición como elemento primordial narrativo de nuestro pasado". ¿A quién debía ser fiel la Malinche? ¿Estaba en posibilidad de actuar de otra manera? Sojuzgada, inerme pero alerta, optó por la traducción de lenguas. Contribuyó más a definir lo que somos que a decidir la suerte del ejército azteca.
Para honrar a esta figura la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco ha creado el Premio Malintzin (en forma congruente, Luis Barjau lo recibió en su primera edición).
En su vindicación de la inteligencia al margen, Margo Glantz se refiere a las escritoras mexicanas como "Las hijas de la Malinche". El feminismo ha sido decisivo para ver con otros ojos a Marina, varias veces esclava. Pero también los hombres reclaman su herencia: Emilio Lezama y Héctor Tajonar conducen el programa "Los hijos de la Malinche".
Orozco dominaba la convulsa intensidad del fuego, pero escogió la serenidad para retratar a Cortés con la Malinche. La fuerza de esa imagen proviene de la inesperada calma que transmite. El conquistador y la esclava lucen tranquilos, reconciliados, tal vez felices.
Numerosos textos literarios agregan complejidad a la Malinche, heroína a contrapelo. Pero la lengua aún aguarda un viraje esencial. Los insultos cambian de signo cuando se asumen con orgullo. Es la transfiguración que requiere la palabra "malinchismo". El que permite que los demás se entiendan no es un vendepatrias; es un vínculo.
En 1519, Marina dio a luz a Martín Cortés, acaso el primer mexicano. ¿No nos ahorraríamos mucho psicoanálisis si aceptáramos que la Madre Primigenia no es una traidora?
El cantante y guitarrista Neil Young rindió un curioso homenaje a la Malinche. En su disco "Zuma", de 1975, incluyó la canción "Cortez the Killer", que narra la llegada de Cortés a un mundo donde lo reciben como rockstar; es rodeado por feligreses multicolores y chicas guapísimas. En la última estrofa Cortés recuerda a una "groupie" de fábula. La mención al carácter "asesino" del conquistador resulta irónica; el Cortés de Young se parece a Mick Jagger: un ídolo de masas enamorado de una desconocida.
Curiosamente, esta versión primitiva del encuentro de dos mundos se acerca más a la realidad que la historia oficial en la que Marina aparece como la traidora por antonomasia.
"La Coatlicue ya no habla porque está pasadísima", escribió Monsiváis en los años 70. Hoy podríamos decir: "La Malinche no habla porque no tiene cuenta en Facebook". Si la tuviera, sería la principal comunicadora en red del país que contribuyó a crear.
No hay comentarios:
Publicar un comentario