16 de agosto de 2011

16 de Agosto. Verde.

Volátil verificación de inverosímiles vericuetos.
Recuento de sueños pues, para no pegarle al mamón.

Vuelo sobre vastas superficies. Aterrizo. Volteo, vigilante. Vislumbro la verdad bárbara de buena noticia: Todo es verde.

Verde de lluvia, vertiente territorio
Verde la lluvia, verde el campo, verde la madera
Verdes la colinas, los ríos, verde la escalera
Los lagos verdes, las lagunas, el resplandor verdoso de la colina
El verdeazul de la montaña, las mesetas, verdemar en sus esquinas.

Lo cerca y lo lejano, verde. 
Verde de lluvia, vertiente territorio.

Roto temblor el verde de los plátanos
Casi líquida lágrima el verde de la manzana
El de los limones, el apio, el verdinegro aguacate
Verdes tus ojos, verdosas de reptil mis manos
En un sopor verdor pasan los años.

Verde era Monterrey, desde Santa a Guadalupe.
De Anahuac a Doctor Arroyo. 
Matorrales, árboles y faunas.

Pero desperté.
Y el verde no estaba aquí.
Sí, había "verde". En los semáforos, en los señalamientos viales, en la capa de pintura de los taxis, en el color de la moneda codiciada por las huestes depredadoras del entorno. 
"Verdes" como las falsas pretensiones de empresas trasnacionales que justifican su homicidio capitalista. 
"Verde" el color de la envidia regia de no tener el mismo carro que el vecino, mejor ropa que éste, el trabajo en Cemex, Gruma o Femsa.

Verde no hay.
La Pastora se llena de amarillo de maquinaria pesada. De chalecos naranja flourescentes, el cielo se hace gris; las calles y bardas se tiñen de rojo; la Zona Rosa, los giros negros en el Districto Rojo. Blanquiazul rayado y auriazul atigrado que hipnotizan al ritmo de gol.

Pero, ¿el verde dónde está?

Mejor me voy a dormir, Freud. 

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