20 de noviembre de 2008

20 de Noviembre.- El piloto envenenado

En las últimas dos semanas se han ido acumulando datos relevantes sobre el avionazo donde perdio la vida el Secretario de Gobernacion, del que seguramente con la sobreexposicion de informacion sabemos eso, de sus circunstancias, su entorno, antes y después del desplome: velocidades, alturas, inclinaciones, trayectorias, estelas de aire y condiciones meteorológicas.
Estos datos, sumados al diálogo grabado entre piloto y copiloto, parecen acomodarse para apoyar una hipótesis. La misma que el Gobierno y expertos mexicanos y extranjeros en la materia presentan como la más sólida hasta ahora.
Sí, sigue siendo sólo una hipótesis que puede perder fuerza (o morir) en el momento mismo en que los datos conocidos dejen de embonar como hasta ahora. También es cierto que el método científico es un camino, entre muchos, para llegar a la verdad. Para algunos el más digno de confianza, pero ciertamente no el único.
Otro método, por ejemplo, es ir a preguntarle a una vidente, como se hizo hace 12 años para encontrar el lugar donde habían sido enterrados los supuestos restos óseos del supuesto autor intelectual del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu. En aquel entonces Francisca Zetina, "La Paca", fue contratada por Pablo Chapa Bezanilla, entonces fiscal especial que conducía una investigación -estratégica para el Estado mexicano, como el avionazo- que mezclaba lo político, lo policiaco y lo esotérico.
La comparación puede tener algo de extraña, pero lo que sin duda es absurdo es lo poco que importa para algunos la diferencia entre una explicación y otra.
Me topo a un conocido en el penal del estado, a una tia, leo las cartas al periódico, e incluso revistas de circulación nacional, y escucho a locutores de radio que no quieren rompecabezas científicos, por bien embonados que estén. Lo que reclaman es el regreso de "La Paca".
Frente a la ciencia, los incrédulos a prueba de balas contestan con el siguiente uno-dos: primero, la frase de cajón, "la verdad nunca la sabremos", dicen poniendo cara de inteligentes.
Después viene la explicación fantástica: la amenaza de muerte sobre las familias de los pilotos, la misteriosa última revisión del avión, el envenenamiento, el helicóptero que pasó por ahí, "¿por qué cayó cerca de la fuente de Pemex?", "¿no será un mensaje sobre la reciente aprobación de la reforma?" Estas explicaciones son bien recibidas por buena parte de nuestra clase media universitaria. La misma que hace dos años se tragó y sigue creyendo en "el algoritmo" que modificó los resultados del PREP para robarle el triunfo a Andrés Manuel López Obrador. Ninguno es capaz de explicar el supuesto "algoritmo", pero éste suena suficientemente esotérico para darlo por bueno.
La última edición de la prueba PISA de la OCDE nos da una pista sobre dónde empezar a corregir nuestro pleito con la ciencia.
Según la prueba PISA, que compara a 57 países, nuestro rezago frente al resto en ciencia es aún mayor que en otras áreas de la educación.
La escala de medición va del nivel uno al seis. Llegan al nivel 2 quienes tienen la capacidad para dar explicaciones científicas en contextos que le son familiares. El 19 por ciento de los estudiantes internacionales de 15 años no llegan a este nivel. En México la mitad no llega al nivel 2.
De nuestros jóvenes son pocos los que llegan al nivel 3, en el que se pueden dar estas explicaciones, pero en diferentes contextos. Y prácticamente nadie en México (el 0.3 por ciento de los evaluados) puede identificar los componentes científicos de situaciones complejas (nivel 5), mucho menos explicarlas y aplicarlos (nivel 6).
El hueco científico es llenado con nuestra inagotable capacidad para lo fantástico.
En algo tienen razón los que dudan. Con esta forma de relacionarnos con la ciencia nunca vamos a saber la verdad.

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