18 de junio de 2012

Lo engañoso del empate


Poco a poco las calles de esta ciudad se vuelven desiertas, ya pocos recorremos el laberinto nocturno de sus calles, sus centros culturales, sus puestas teatrales y sobre todo de sus bares. Yo lo sigo haciendo, con  zozobra e incertidumbre exacerbadas, acompañado o en solitario. 

Así sin compañía, fue que acudí a un bar tranquilo a pensar, a escribir, a ver mis pensamientos con la ayuda de Baco; cuando vi un tipo en la barra contrariado de haber encontrado un lugar como este en la calle de Escobedo. El gesto de sorpresa agradable se denotaba en su cara. Era un hombre fornido, joven, pasados apenas los veinte, con ese tono de piel que el sol confiere a quienes pasan mucho tiempo bajo su manto, con camisa larga a pesar de los treinta y cuatro grados de la noche regia y ojos que "aventaban puñales" como diría el Piporro. 

El tipo no hacía mas que llamar la atención en el silente y semivacío local, vociferaba, daba palmadas y manazos en la barra, hasta que vio que que colmó la paciencia de los empleados y demás "parroquianos" (como detesto esa palabra), fue que plasmó su mirada en mí mientras que yo escribía en la libreta donde ella apuntó las líneas mas bonitas de este año. 

Se sienta en mi mesa, sin pedir permiso, y me dice: "¿En un empate ambos ganan o ambos pierden?" Yo contesté con evidente molestia ante una intrusión a mi soledad parcialmente ebria: "No sé qué tiene que ver eso con algo". 

-"Mira - dice mientras me pone una dulce cerveza frente a mí para invitarme a tomarla - en todas las competiciones humanas existe el ganador y el derrotado, pero no en todas existe el empate. El empate, de todos los resultados, es el mas engañoso: ¿apoco ambos ganan, o ambos pierden, o ambos "no ganan" o "no pierden"? Te invito esta cheve si escuchas esta historia..."

Mi molestia se transformó en curiosidad, jamás un tipo se pone a reflexionar sobre el empate, así que accedí, chocamos nuestras botellas con ese compañerismo que confiere la cantina y al bajar su tono de voz a niveles imperceptibles, empezó a hablar:

"Mira. Te ves un hombre que es digno de confiar. Soy deportista, el año pasado estaba compitiendo en los Panamericanos, soy boxeador. Antes de irme a los Juegos mi novia me dejó, estábamos embarazada, y desafortunadamente lo perdió por cosas de la fisionomía, yo que sé. Acepté el fracaso y decidí concentrarme en la competencia. No te puedes imaginar: los entrenamientos son agotadores, mentalmente denigrantes, las instalaciones son austeras, incómodas y la comida sabe mal.

Las convivencias son muy tensas, hay competencia desleal y para acabarla de chingar las instalaciones son mixtas: pinches viejas son mas problemáticas que nada en concentraciones largas. Siempre andas de 'chismoleras' y de provocativas.

Mira, pues una vez en medio de entrenamientos, es cuando pasan las convivencias, nuestros instructores saben que tenemos que desahogarnos en algo, o quitar el estrés, por así decirlo. No nos dejaban salir a ver a nuestras familias, ni salir del edificio, así que para arreglar nuestras rencillas estaba únicamente el ring de box. En él reté a una pelea a Mayra, una vieja que me estaba sacando de quicio. Aceptó. Ambos somos de lo mejor del programa. Yo tengo alcance, ella flexibilidad. Los compañeros se juntaron a hacer apuestas...

El combate fue limpio, no podemos lastimarnos mucho, era para cortar rencillas solamente. Al noveno round, un compañero réferi dijo que le paráramos, que quedamos empatados, eso no le gustó a los apostadores ni a nosotros. Empatamos. Nadie ganó.

La mutua admiración por nuestros movimientos hizo que la adrenalina fluyera tanto entre nosotros que después de la pelea, ella me invitó al desempate en su cuarto. Ahí adentro empezó otro tipo de combate, mas cercano, yo seguía teniendo alcance, ella flexibilidad y ahí también fue un empate. Nadie perdió"

"¿Los empates son buenos o malos?" dijo a manera de finalizar, pero inmediatamente después remató: "a veces a quién le importa, ¿no?" 

El twist al final de esta historia me hizo reir, brindamos y seguimos hablando de otros temas menos interesantes y mas normales hasta que llegó la hora de despedirnos...

No se a que se dedica ahora mi amigo ex deportista, quizá siga boxeando o en otra cosa, pero que le quede claro que nunca olvidaré el día en que filosofó conmigo acerca del empate... 

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