Ya no fui el mismo desde el día
en que Steven Wilson entró a mi vida: tenía yo 20 años y estaba buscando la
forma de decirle adiós a toda forma de mediocridad hasta en mis gustos musicales
y me topé con Porcupine Tree. Ya conocía yo al King Crimson, a Yes y a los
demás clásicos, pero uno a veces quiere dejar las vacas sagradas para las
visitas especiales y con ello evitar el desgaste. En ese entonces, yo creía que
eran lo máximo y cada álbum que sacaban me gustaba más que el anterior.
Entonces Steven Wilson lanzó
“Insurgentes” (el título del disco
denota la intención para con su vida y su música, era, a final de cuentas, su revolución),
yo a este evento le llamo “el principio
de la polarización del rock progresivo moderno”, en este momento Wilson
dejó de ser el líder de una banda que hacía buena música, a una figura que dio
origen a una confrontación entre los fans del género; unos que lo endiosan y
afirman que le dio nueva vida a un género que estaba anquilosado y detenido
desde hacía décadas en las mismas estructuras, y otros que dicen que es solo un
homenajeador glorificado y que ha hecho de su amistad con los viejos dioses del
Prog sólo por mercadotecnia. A partir de ese momento la figura de Wilson es para mí la de un ícono, un osado que acertó al irse en solitario y crear mejor música que la de su banda original. Ya realizada su insurgencia, lanzó el magistral “Grace For Drowning”,
el mejor de su carrera para mí debido a la honestidad con la que se hizo y a
que abrió sus sentimientos ante sucesos que le estaban pasando, como la muerte
de su padre, por ejemplo.
Este año, lanzó “The Raven That
Refused To Sing (And Other Stories)”, que alimenta el lugar común de relacionar
a los cuervos con E.A. Poe, es un disco que amalgama 6 historias de fantasmas o
de terror mientras que rinde tributo al rock progresivo de la época de los
setenta. Para conseguir dicho fin, se hizo acompañar de una banda poderosa,
compuesta por pesos pesados en todas sus líneas: Guthrie Govan en la guitarra;
el carismático Nick Beggs en el bajo y las armonías vocales; Marco Minnemann en
la batería, Adam Holzman en los teclados y pianos y Theo Travis el maestro de
los instrumentos de viento que ha grabado con el mismísimo Robert Fripp.
En este álbum, Wilson mezcla el
pasado con el presente de una manera sofisticada: cada energía y métrica están
bien cuidadas como en antaño, pero con un sonido poderoso que hoy en día se
logra gracias a la tecnología. Y dicha combinación entre pasado y presente en
el sonido del rock progresivo no puede llevarse a cabo sin un talento que
trascienda y venza esa dicotomía, para ello, Wilson incorporó a Alan Parsons al
proyecto como ingeniero de sonido y productor. Talento, amor por el género e
inteligencia hay de sobra en el disco.
El disco empieza con “Luminol”, la
energía es casi desbordante, con un bajo pulsante que mueve tu cuerpo y una
guitarra con el “wah wah” chapotea y juguetea por ahí, la flauta viene a darle
un toque de finura a la pieza, como los últimos toques en el óleo de un paisaje
hermoso y el piano eléctrico viene a corroborar lo dicho en el anterior párrafo,
sientes que estás en una pieza setentera. A los cuatro minutos se minimaliza y
Wilson empieza a cantar. La letra trata sobre una persona que andaba trovando por
las calles, nada lo detiene, ni el sol ni la lluvia ni la nieve, hasta que un
día muere e incluso después de muerto sigue con su rutina, convirtiéndose en un
fantasma, pero ¿acaso no lo fue en vida? ¿Es posible ser un fantasma en vida?
Aquí el tema desde el Teatro
Metropolitan en la Ciudad de México, yo estuve ahí, y contribuí a los aplausos
en armonía con el tema que se escuchan a los dos minutos.
El segundo tema es “Drive Home”, nostálgico
tema cuya palabra que mas la define es “equilibrio”: empieza suave y tranquila,
simple incluso, pero Govan nos hace que la terminemos llorando justo como él
hace llorar a su guitarra. Si alguien me dijera o leyera la frase “un melotrón
que suena a violín” pensaría que está haciendo poesía, esa imagen retumba
bonito en mi cabeza, pero es realidad en este tema. La canción habla sobre la
muerte: una pareja viaja en coche, están enamorados, al minuto siguiente, en un
accidente, ella muere y él queda vivo pero paralítico, el fantasma de su amada
está recordándole constantemente de ese evento, él no puede aceptar esa
realidad y trata de bloquearla.
El tercero en la lista es “Holy
Drinker” que empieza con un piano misterioso, al que se une la guitarra y la
batería como en espasmos de furia, en caos, que se rompen en una rápida
sucesión de acordes. El acompañamiento entre flauta y órgano me recuerda a la
banda holandesa Focus que también es, oh sorpresa, de los setenta. Sigue un
interludio misterioso y terminan con el sello de la casa: una coda que retoma
el ritmo inicial. Esta canción trata sobre un hombre muy religioso, muy creyente
pero que bebe demasiado y el diablo se le aparece para condenarlo gracias a su
vicio.
El tema mas corto del disco,
cronometrando cinco minutos, es “The Pin Drop” es el tema menos progresivo y que
se parece mucho a Porcupine Tree. Incluso a veces a Oceansize, una banda muy buena que ya no existe más. Las armonías
vocales y el estribillo son geniales. Esta canción trata de retratar el hecho
de que en una relación pueden haber muchas tensiones, enojos que se reprimen
hasta el punto en que un episodio banal, como el caer de una aguja puede
desatar un episodio de violencia de género. Cantada desde el punto de vista de la
esposa, nos revela en un principio que está muerta y su cuerpo está flotando en
el río abajo ya que su marido la arrojó a éste después de matarla, en el
trayecto rememora la vida que tuvo con él y que no pudo ser “de la forma en que
el quería que yo fuera”. Desgarrador
El quinto tema, "The Watchmaker" para mí es el más
débil del disco musicalmente, pero poética y líricamente es el más claro, está
hecho en una atmósfera idónea para contar una historia de fantasmas: mansa,
límpida y reposada, con sinestesia hasta pudieras ver la neblina y la noche. Cuenta
la historia del relojero, metido en su oficio toda la vida sin expresar ninguna
clase de emoción; estuvo casado con Eliza durante 50 años, ella muere y su
sombra sigue estando con él, a pesar de que él le confiesa que nunca la amó
pero que aun así la extraña, esa clase de costumbre no la quitas ni después de
la muerte
Al último tenemos la canción mas
triste del disco, la que le da nombre al disco, debo confesar que lloré cuando
la escuché por vez primera: es melancólica, el piano y el sintetizador recrean
una atmósfera como en el video de abajo: solitaria y con mucho frío, que te
envuelve. Es desgarrador y esperanzador a la vez, llena de lamentos y súplicas
que se enchina la piel. Nuestro protagonista hace que te empatices con él, es
un viejo que ya no le queda mas por vivir y está esperando su muerte. Recuerda
un tiempo de su niñez, que quiso mucho a su hermana, pero ella murió siendo muy
joven. Al ver un cuervo en su jardín, él cree ver la manifestación del espíritu
de su hermana y que el canto de ese cuervo le devolvería una vida antes ida. Es
hermosa.
Este disco es una obra de arte, no tanto como “Grace
For Drowning”, pero definitivamente mejor que muchas otras propuestas en este
género o en otro. Es un disco preciso, con la belleza de la tristeza que
siempre Wilson trata de plasmar. Es infinitamente recomendable
1 comentario:
Para mí, no solo es el mejor disco del año, si no el mejor disco desde hace muuuchos años !! Steven Wilson es, sin lugar a dudas, uno de los genios musicales de este nuevo siglo.
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