Soy una mina antipersonal que se
desbalaga entre la indiferencia, los gestos de asco, las miradas de hastío y
las esporádicas muestras de interés de una sociedad cada vez más
individualista, que persigue la ultima novedad en smartphones para filtrar su
contacto con los otros mediante pantallas touch agachando la cabeza; que no sabe
ni siquiera las funciones mas básicas de su cuerpo, pero anda ahí viviendo
tratando de encontrar la redención en el amigo imaginario e ilusorio que el
colectivo llama dios…
Soy una mina antipersonal
(quisiera ser de tiempo), que tiene pedales austeros e incómodos, conectada a
una maquina expendedora de libros que nadie lee, libros cuyo tema es como jugar
al capitalismo de una forma limpia y sin joder a los demás, de cómo hacer la
democracia considerando sagrada la vida del otro y ver a éste como una
extensión de mi mismo.
La clase de explosivo que soy solo
estalla cuando voluntariamente alguien pisa mis pedales y escucha la explosión
con respeto, no soy como mis contrapartes afganas o colombianas, quienes además
de no tener pedales, les vale madre la vida de una persona, ellas hacen su
trabajo sin importar la negativa, y si no quitan la vida, por lo menos la joden
y la mutilan. Se ocultan, se mimetizan con los campos para mentir, para engañar
y pobre del incauto que caiga en ellas. Yo no. Todo en la intemperie, aunque no
me hagan caso.
Soy una mina ¿antipersonal? No creo
que ese sea el término, quizá solo personal, y aunque la tentación hacia la
misoginia sea enorme, no estoy en contra de las personas. Tal parece que el
sentido común ha sido olvidado (creo que nadie tiene una definición clara de “sentido
común” sin partir del ego), lo cual puede llegar a ser desesperante al grado de
querer hacerle un epitafio a la humanidad por ello, y aun teniendo ese impulso
de quemar todo a mi paso, al detenerme logro entender los motivos externos,
hacerlos míos y comprender a mi semejante en su complejidad. A veces me quedo sorprendido
de mi habilidad y de las conclusiones a las que llego, con unas personas es mas
difícil, pero cuanto mas intento, mas profunda es mi comprensión y me detengo, me
mimetizo y hago lo concerniente a la conciliación para ambos “avanzar” (lo que
sea que eso signifique). Quizá esa sea la razón por la cual todas y cada una de
las mujeres con las que he tenido que ver han sentido algo por mi (si fuera
presumido diría que se han enamorado, pero no creo que eso sea), mis amistades
son muy intensas, es fácil tenerme cariño y es difícil tener una opinión negativa
de mi sin ser atenuada por momentos o situaciones.
Soy una mina con pedales
conectada a una máquina expendedora, en medio de esta ciudad-rancho-espejismo
del norte de México, puesta sobre una avenida donde colisionan el miedo a las
balas, la-tala-de-bosques-para-poner-un-estadio, el culto infinito al trabajo
al grado de la fatiga para hacer algo mas, la carne asada y la hipocresía
religiosa. Solo anhelo estallar y contagiar como virus mis intenciones, en un
arrebato cursi como lo escrito aquí y ahora…
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